Para enfermos de aburrimiento alérgicos a la pasta de celulosa, para exiliados de bibliotecas con tiempo pero sin estantes, para marineros de la red con tendencia a hacer parada y fonda en tabernas de relatos, para viajeros de sillón y amantes de la aventura estática, para todos ellos y para ti mismo se abre esta consulta literaria, la del doctor Perring, enhebrador de palabras, zurcidor de conceptos y trazador de historias.
Tratamiento único y definitivo: tú pones los segundos, el que suscribe pone las letras...
8:00 a. m.
Manuel Mije
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II
Xutt es el
sistema más exclusivo del universo. Nadie puede entrar en él si alguien de
dentro no le ha llamado. Allí sólo viven monarcas retirados, viudas de
almirantes, familias de magnates o estrellas del espectáculo. Los recursos que
uno de sus habitantes gasta en una hora podrían servir para mantener a una
familia del borde exterior durante un año. Así es Xutt, opulencia en su máximo
esplendor, alta nobleza, grandes fortunas, honor, lujo; por eso me escamaba que
nos hubieran llamado de allí, precisamente a nosotros. Pero si Roy decía que el
contrato estaba en regla, es que estaba en regla, y si decía que el contacto
era de fiar significaba que ya lo había rastreado por la holored hasta conocer
el nombre de los abuelos del último médico que le pasó consulta. Así es Roy,
con él no hay corazonadas ni presentimientos que valgan.
Sólo hay una forma de acceder al
sistema planetario de Xutt, un pasillo de entrada estrecho y vigilado por
varios acorazados, destructores, fragatas y una constelación de cazas.
Cualquier fragmento de meteorito que se acerque por algún punto no autorizado
será desintegrado de inmediato por otras tantas naves que vigilan sin descanso
los límites del sistema. Cuando se pasa el perímetro de seguridad es el peor
momento para una equivocación o un malentendido. Mientras declaraba asunto y
destino a los del puesto de entrada, rezaba por que ninguno de mis patanes
saliera con alguna de sus locuras. Sólo en Roy confío para estas cosas, aunque
a veces demuestre tener la sensibilidad de un cadáver congelado.
9:00 a. m.
Manuel Mije
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Presentación-Una
idea peligrosa
Cuando desde
la dirección de Generación Zero se nos hizo saber que el siguiente número, el
que ahora mismo estás leyendo, versaría sobre Ciencia Ficción, fue casi
instantáneo pensar en Lem. ¿Por qué Lem? La lista de nombres que han escrito
Ciencia Ficción es casi inabarcable y, por suerte para los afectos al género,
aquellos cuyas obras son reseñables también se cuentan por decenas: Isaac
Asimov, Philip K. Dick, Arthur C. Clarke, Frederik Pohl, Orson Scott Card, Ray
Bradbury, Dan Simmons, H. G. Wells, el propio Howard Phillips Lovecraft en
algunas ocasiones... y esto sin ser exhaustivos con la recopilación de
talentos, que podría extenderse durante muchos más nombres y aun así siempre
habría alguien que nos acusaría de haber olvidado a su favorito. ¿Qué tiene,
pues, de especial Stanislaw Lem? La respuesta es compleja en muchos aspectos
pero sencilla en otros, pues si algo tiene Lem que no tiene nadie más es
Solaris. Se pueden alegar artefactos, teorías y personajes fabulosos;
psicohistorias, replicantes, dos mil unos, pórticos, Ender y los cerdis (sí,
sí, los cerdis, esos seres fantásticos y simpáticos incluso en los momentos más
dramáticos, ¿quién no querría un cerdi por mascota o amigo?)... pero quizá, y
sólo quizá, Solaris vaya más allá de todos ellos al condensar en menos de
trescientas páginas algunos de los temas más importantes de la Ciencia Ficción y, además,
ofrecer una lectura demoledora de uno de los pilares de las sociedades
desarrolladas contemporáneas desde finales del siglo XIX, la ciencia.
Sin
embargo, hablar de Solaris para plantear esto resultaría prácticamente baladí
desde el momento en el que basta con teclear autor y obra en tu buscador de
Internet favorito para encontrar cientos de entradas que lo dicen. ¿Qué
podríamos añadir que no hubiera sido dicho una y otra vez hasta casi llegar a conseguir
que el sentido final de la obra se diluya en la interpretación repetitiva, casi
canónica, de la misma? La respuesta está en sus adaptaciones cinematográficas,
tanto la rusa, firmada por Tarkovski en 1972, como la norteamericana de
Soderbergh, treinta años más tarde. Y, sobre todo, la visión de cómo la propia
historia de Solaris y la solarística, así como las ideas “peligrosas” que se
escondían tras ellas se van viendo matizadas, llegando incluso a desaparecer
conforme avanzan los años y los ojos que se vuelven hacia el cielo en busca de
respuestas cada vez se plantean menos preguntas. Así pues, pasen y lean la
triste historia de la decadencia de la solarística, de la capacidad de muchos
para poner en duda las verdades que nos venden como absolutas, y del apoteosis
de la ciencia.
9:00 a. m.
Manuel Mije
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Primera entrega de los Diarios de lo Despatarrante, los cuadernos de campo de Quique Jiménez, el relato en primera persona de sus investigaciones. En esta ocasión, junto a Carmen Puerta y Santiago Macacho, se adentrará en las penumbras de Cortijo Prometido, un señero enclave del misterio... |
9:00 a. m.
Manuel Mije
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III
Ocho y media de la mañana.
Por fin se ha conseguido acabar con los pilotos del segundo StuG. Hay hombres acercándose a él con sticky bombs, valientes que se juegan la
vida por darnos una oportunidad a todos. Un francotirador hiere a uno de ellos
en la pierna. Cae, se detiene, la torreta se gira. Un destello le da la
despedida de este mundo antes de hacerlo pedazos. Un puñado de hombres se ha
lanzado sobre la estación de trenes. Podría ser un buen refugio, una
retaguardia.
―Sargento, ¿avanzamos?
―Sí, hasta las casas, pero sin perder de vista la
estación ferroviaria, podría ser un sito al que escapar.
―¿Y la carretera?
―Nos queda demasiado lejos.
9:00 a. m.
Manuel Mije
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Un cuento breve con guasa. La vida de Faustino no es fácil, pero él es feliz... |
9:00 a. m.
Manuel Mije
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Columna OcioZeta-Sevilla Escribe. Beneficios y ventajas de la Ciencia Ficción... |
9:00 a. m.
Manuel Mije
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I
Según me
dijeron en alguna ocasión, no se puede pensar con claridad cuando uno vuela más
rápido que el sonido, sobre todo si se viaja en una nave de descenso
desconocida, averiada por varias descargas láser, y una constelación de avisos
en inquietante rojo parecen anunciar lo que ya se ve desde el visor frontal: el
suelo se acerca a mucha velocidad, demasiada si se quiere conservar una
consistencia superior a la de la mermelada de frambuesa.
Es
mentira lo que me dijeron; se piensa. Yo al menos no dejaba de pensar en unos
cuantos nombres de la saga dinástica de mi amigo Béla Words, y no lo hacía en
buenos términos, todo sea dicho.
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