Para enfermos de aburrimiento alérgicos a la pasta de celulosa, para exiliados de bibliotecas con tiempo pero sin estantes, para marineros de la red con tendencia a hacer parada y fonda en tabernas de relatos, para viajeros de sillón y amantes de la aventura estática, para todos ellos y para ti mismo se abre esta consulta literaria, la del doctor Perring, enhebrador de palabras, zurcidor de conceptos y trazador de historias.


Tratamiento único y definitivo: tú pones los segundos, el que suscribe pone las letras...

miércoles, noviembre 06, 2013

Si tu etiqueta te arrincona...



Columna OcioZeta-Sevilla Escribe. El mal de las etiquetas, un problema... ¿insalvable?


Si tu mano derecha te hace pecar, córtatela, si es tu pie derecho, hazlo también, si es tu ojo, sácatelo… Así de comedido hablaba el evangelista Marcos para explicar que, en aras de un bien mayor, bien valían unos cuantos sacrificios; en este caso, como ese bien mayor era ni más ni menos que la salvación eterna, la entrada al paraíso, todos los sacrificios le parecían pocos. Eso sí, se cuidó muy mucho de no mencionar al miembro viril como inductor de pecado, porque si le suelta al personal que tendría que cortárselo… poco predicamento hubiera tenido el discípulo de Pedro, me parece a mí.




De ahí, del fetichismo por las mutilaciones del amigo Marcos es de donde sale el título para esta columna que versa sobre esa problemática con las etiquetas que todo aficionado a la literatura de género conoce, “el mal de las etiquetas”, y el sentido de la misma sale de completar la frase: “Si tu etiqueta te arrincona… arráncatela.”



Sí, señores, todos los que pululan por el mundillo saben de lo que hablo, lo han escuchado tratar en muchas ocasiones, incluso lo han debatido con más o menos ardor, con más o menos pragmatismo, o, todo sea dicho, con más o menos interés, que una etiqueta puede crear un nicho comercial cerrado en el que es más fácil competir. En estas últimas semanas el mismo que suscribe ha estado siguiendo varias conversaciones sobre la materia promovidas por Virginia Pérez de la Puente, Daniel Pérez Navarro, o surgidas de forma espontánea en el foro de literatura de OZ, más concretamente en su hilode últimas lecturas.

Ya digo, es un tema recurrente, el debate con el que todos estamos condenados a tropezar más de una y de dos veces a lo largo de nuestro contacto con el género. Es, además, un debate con bandos divergentes, con puntos de partida opuestos e intereses encontrados, todo lo necesario para que nunca se llegue a amplios consensos ni armisticios, sino a meras treguas para lamerse las heridas en espera del siguiente encuentro en el campo de batalla dialéctico.

Personalmente, mi alineamiento siempre ha sido más cercano a los vindicadores de la etiqueta, aunque nunca paralelo del todo, pero de un tiempo a esta parte he ido acercando cada vez más mi postura hacia el otro bando, el de los que ven las etiquetas como un lastre a soltar si se quiere que el género en sí pueda elevarse en las escalas de ventas y popularidad literaria, que es lo que de verdad importa.



Vamos a ver, el punto de partida sería que, igual que el hábito no hace al monje, la etiqueta tampoco hace a la obra de género, que “1984” no va a dejar de ser Ciencia Ficción distópica porque no se etiquete como tal, que “Cien años de soledad” no va a dejar de ser Fantasía de tono costumbrista porque se la etiquete como realismo mágico en aras de no mermar su potencialidad comercial, y que “Ensayo sobre la ceguera” es “El día de los trífidos” pero sin trífidos (y con mayor valor literario, según mi criterio), más fácil de encuadrar dentro de la Ciencia Ficción que obras de Ballard como “Crash”. Siendo esto así, ¿qué importa que no lleven etiqueta de Fantástico si todo aficionado a dicho género va a reconocer su pertenencia con la mera lectura de la sinopsis? Personalmente, no voy a llegar a la obra por su etiqueta, llegaré por consejo de amigo, por lectura de reseña en web (de género sobre todo, por cierto), y siempre sabiendo qué es lo que leo, porque mi gusto por este tipo de lecturas (sobre todo Ciencia Ficción) hace que sepa reconocerlas a leguas; ¿qué me importará a mí que el de al lado, que ha llegado a ella sin saber que era de género pero le ha gustado igualmente, se sorprenda cuando le diga que es Ciencia Ficción? De hecho, esto es algo que me parece más que interesante, porque ¿qué mejor forma de reivindicar un género anatematizado que haciéndole ver al lector de mainstream que él también lee género, aunque de esos subgéneros “más suaves” (por decirlo de alguna manera) y que por lo tanto necesitan una menor capacidad de abstracción o una menor “especialización lectora” o cultura científica? De él dependerá si quiere profundizar más en esos géneros o en otros de los múltiples saturan el mercado.

            Lo dicho, la etiqueta no hace a la obra de género, no le es necesaria para nada, ni para pertenecer ni para ser distinguible (a quien le interesa distinguirla, que es al lector de género). La etiqueta lo único que hace es viciar la imagen que da la obra al no iniciado, porque si bien el adepto al mundillo sabe que hay muchos tipos de Ciencia Ficción y de Fantasía, el neófito suele asociar esos conceptos con la space opera por un lado y con la dragonada por otro, y no es así.

            Esto último puede ser debido a muchos motivos, quizá uno de ellos sea que el fenómeno del fandom, el frikismo, nos viene de fuera, y con él gustos por otro tipo de temáticas menos arraigadas en nuestra cultura literaria, tan aferrada a la realidad. De la misma forma, algunas de sus bases más importantes también nos vinieron de fuera, en forma de la adaptación patria del pulp que hicieron los bolsilibros, alguno de cuyos autores confesó que no tenía ni idea de qué era eso de la Ciencia Ficción que le pidió la editorial, por lo que tuvo que verse algunas películas de sesiones dobles y similares para tener una idea de lo que tenía que escribir (películas de fuera, temáticas de fuera, tan de fuera que cuando los Ozores hicieron “La hora incógnita”, la versión patria de “La hora final”, casi se arruinan). Luego, claro, se le pedía también un seudónimo anglosajón (al igual que en el western, policiaco y demás) porque, como es de lógica pensar, tendría más salida comercial si se apuntaba a autor extranjero, de esos países en los que sí había tradición en trabajar esos formatos. Gracias a esto, a los bolsilibros y a todas las maniobras comerciales que ayudaron a su amplia difusión, muchas personas llegaron a esos géneros que de otra forma no hubieran encontrado su sitio.



Volviendo al presente, si a mí lo que me gusta es el género, lo que quiero es que se publique más, que se venda más, que esté mejor valorado literariamente, y no creo que a eso se vaya a llegar a través de una estricta taxonomía sólo entendible para el aficionado, sino liberando a las obras de ese sello y dejando que se batan el cobre con el resto de literatura generalista. Los que consigan despuntar ahí seguirán siendo escritos de género, y ya habrá tiempo para reivindicarlos como tales, que argumentos hay de sobra, argumentos y clásicos que tratan esos mismos temas que algunos escritores mainstream señalan como frutos originales de su ingenio.

            Como dijo el maestro Ballard en el prólogo de la edición francesa (Calmann-Lévy, 1974) de su novela “Crash”, la Ciencia Ficción tiene mayor potencial para señalar problemas presentes y futuros de nuestra sociedad que el agotado realismo. Yo creo en esto, creo que hay temáticas de Ciencia Ficción que pueden tener mucho calado, por eso no me parece bien que no tengan posibilidades debido a una etiqueta, o que se las tilde de nada por eludir esa merma en sus posibilidades de llegar a un público más amplio. Y no, lo más fácil no es convencer desde la minoría a una mayoría cargada de prejuicios, una pura utopía, lo más fácil es algo tan simple como eliminar la etiqueta a la que se agarran esos prejuicios, y una vez quitados los prejuicios de en medio, que la novela se defienda como tal.

Como señala Daniel Salvo en este artículo, los argumentos más típicos de la Ciencia Ficción se están volviendo atractivos tanto para los escritores que antes no pisaban esos pagos, como para los lectores que los reciben como historias originales por no tener un bagaje “cienciaficcionero” amplio. ¿Por qué no aprovechar eso para reivindicar el género, esté etiquetado o no? Mahoma ha de ir a la montaña, no esperar que la montaña en forma de masa lectora se le acerque para reconocerlo.

Igualmente, el aficionado o escritor de género, como señala Salvo en los últimos párrafos de su artículo, no debe pretender ser el representante legítimo de unas temáticas y exigir el etiquetado de las obras para considerarlas incluidas dentro de su canon. Si hacemos esto último, si se cierran las puertas a la parte del género que fluye con la corriente del mainstream, si no se reconoce la producción de fuera del fandom, ¿por qué el mainstream fantástico tendría que considerarse dentro del género? ¿Cómo pretender que los autores que lo cultivan no traten de evitar un etiquetado que sólo pide una pequeña comunidad de lectores? Si la etiqueta no es necesaria y sí puede causar problemas, ¿no es mejor arrancarla para que no nos arrincone? ¿Qué problema hay con que alguien lo haga? Según tengo entendido, en otros países se usa un etiquetado distinto, evitando así connotaciones indeseables y dejando que las obras se defiendan a sí mismas, ¿es por eso menos Fantástico?

Eso sí, cuando es la obra la que se defiende a sí misma en un campo de batalla más amplio, las tramas que requieren mucha capacidad de abstracción al lector, las narraciones que requieran una base científica superior a la media como son el hard y los guiños al lector propios de un reducido grupo de lectores, pierden su fuerza como arma, y está claro que el que use esas armas o guste de ver su uso (yo mismo) sentirá una pérdida, pero será su pérdida, no la pérdida del género. En el mundo de la literatura en general se valora más el uso de otras armas, de otros guiños, y más obvio será que desde el género se puede hacer literatura de nivel si las obras del mismo demuestran que pueden competir con las generalistas en su campo, en el reconocido por la masa como el legítimo a la hora de demostrar valor literario. Todo lo demás es pretender que al resto le guste lo mismo que a uno, y no es de recibo; si lo que te gusta a ti no pasa el corte de la popularidad, es porque es algo minoritario, y con eso te tendrás que conformar, como hacen tantas y tantas personas con gustos minoritarios (o minoritarios en el lugar en el que vives), como yo.



Como dice la máxima comercial, “el cliente siempre tiene la razón”, y si buscas como cliente al lector medio en castellano, éste te pide que te arranques la etiqueta. En tu mano está el hacerlo o el aceptar entrar en un nicho lector minoritario, que también es respetable y puede ser muy satisfactorio; lo que sea menos tratar de quitarle la razón al cliente, que para eso paga por ella.





“er Caniho”



Soundtrack:


Jetrho Tull


8 comentarios:

Unknown dijo...

Excelente disertación, Canijo.
Por continuar un poco en la línea: también hay un buen porcentaje de "lectores de género" que se suelen negar a salirse de las etiquetas que frecuentan (frecuentas, frecuento), y así se cierran las puertas mainstream de Gabo, Saramago, Roth, McCarthy...
Por ejemplo, ahora estoy leyendo una MARAVILLA de Salman Rushdie que perfectamente podría encuadrarse en el fantástico: Hijos de la Medianoche (algo parecido al realismo mágico que comentas). Unos lo leerán sin pensar en lo de fantástico, otros no lo leerán porque no aparece en las listas de clásicos de este género...
Tienes más razón que un santo: sobran muchas etiquetas.

Nos leemos.

L. G. Morgan dijo...

Por no hablar de las novelas "híbridas", obras que mezclan géneros y que a muchos puristas no les convencen por eso mismo. ¿Dónde encuadrarlas? A veces parece que a la gente le incomoda no saber "exactamente" dónde ubicar algo, como si necesitaran que desde fuera les marcaran el camino.

Manuel Mije dijo...

De ése de Rushdie había oído hablar, y es un claro ejemplo de todo este tema. La amplitud de miras del lector de género es una gran baza, como apuntas, una forma natural de normalización y una evidencia de que los prejuicios asociados no tienen base real. Lo razonable no es leer por etiquetas, sino por temáticas, que van mucho más allá que las primeras.

Un abrazo.

Manuel Mije dijo...

Cierto, si lo que interesa es la obra en sí, que nos guste, que nos apasione incluso, que la temática "nos llame", ¿qué importará el que podamos encuadrarlas aquí o allí?

En fin, un placer tenerte por aquí, Morgan.

weiss dijo...

Hay un fenómeno cierto de hibridación en la literatura post-postmoderna, aunque legiones de lectores (y de escritores) no sean muy conscientes de ello. Las etiquetas están y seguirán estando ahí porque ayudan, son muy útiles, sirven de referencia al lector (y al autor). A mí personalmente me llama mucho la inclusión de elementos eclécticos en lo que leo, las pinceladas fantasiosas en novelas esencialmente detectivescas, el romance dentro de un clásico contexto Sci-Fi, toques de magia que destellan en la narrativa de vocación más cotidiana... Creo que el futuro nos irá trayendo cada vez más elementos sincréticos de este tipo, seguro que como reacción a los esquemas ya muy explotados de la novela contemporánea, tan saturada de títulos como de clichés. Dónde optarán por clasificar estas sincréticas novelas los editores, libreros y lectores, eso no lo sabemos.

Manuel Mije dijo...

Yo creo que las etiquetas son útiles a posteriori y para el que ya las conoce, para el lector de género, para poder hablar con otros de si tal o cual novela es esto o lo otro y de ahí a donde lleve la conversación. Pero a priori es distinto, a priori sólo sirve para despertar prejuicios, como en aquella ocasión en la que reseñaste 1984 y dijiste que no le ponías etiqueta de CF por "no dar miedo al personal", refiriéndote al lector profano en el género...

L. G. Morgan dijo...

A mí desde luego me gustan las mezclas. Y valoro mucho que un mismo escritor sea capaz de abordar distintos géneros y distintas formas, que juegue con distintas fórmulas y sea capaz de mantener un estilo propio. Pero supongo que la mayoría tendería con el tiempo a la unificación (o especialización). "Cuando dominas algo y funciona, ¿para qué cambiarlo?", supongo que será la pregunta.
Pero afortunadamente, nosotros aún podemos "jugar" con formatos y temas.
Sí que es cierto que a mí a veces me ha preocupado no poder definir claramente lo que escribo. No poder decir, así, sin duda, pues es terror, o fantástico o histórico o... porque siempre lo que hago tiene un toque de esto y de aquello.

Manuel Mije dijo...

Bueno, a mí las mezclas en un mismo texto ni me gustan ni me disgustan, disfruto igual un género puro que un híbrido, siempre que estén igual de bien escritas, claro. Eso sí, la variación de una obra a otra de un mismo autor sí que la valoro, igual que la diferencia de registros de un actor, Creo que ahí hay una señal clara de calidad, de conocimiento del medio, al contrario que en la especialización que hablas, donde lo único que se demuestra es que se han encotrado una serie limitada de recursos que al parecer funcionan, lo que puede incluso haber sido una cuestión de azar. Además, el que repite esquemas, elementos y recursos, terminará aburriendo al personal y escuchando eso de "siempre escribe lo mismo".

Por otro lado, yo nunca me he preocupado demasiado por poder encuadrar algún textito en tal o cual temática, etiqueta o lo que sea (salvo que sea relato escrito ex profeso). Eso sí, el elemento fantástico me gusta mucho, y como está tan extendido por todos los géneros...

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