Para enfermos de aburrimiento alérgicos a la pasta de celulosa, para exiliados de bibliotecas con tiempo pero sin estantes, para marineros de la red con tendencia a hacer parada y fonda en tabernas de relatos, para viajeros de sillón y amantes de la aventura estática, para todos ellos y para ti mismo se abre esta consulta literaria, la del doctor Perring, enhebrador de palabras, zurcidor de conceptos y trazador de historias.


Tratamiento único y definitivo: tú pones los segundos, el que suscribe pone las letras...

domingo, diciembre 30, 2018

Sólo quiero que sepas...



Una carta, un útimo instante de arrepentimiento sincero y de dignidad...


Querida Ana.

Espero que al menos la curiosidad te haya decidido a abrir esta carta, o que la policía te haya llamado y eso dé lugar a que leas estas líneas antes de arrojarla a la basura. De no ser así lo entendería perfectamente, pero permíteme creer que sí la leerás, para sacar fuerzas de ello a la hora de hacer lo que tengo que hacer, siempre he sido un cobarde.

¿Cuánto hace desde que nos conocimos? ¿Quince años? ¿Tal vez alguno más? Créeme si te digo que me acuerdo perfectamente de aquel momento, que tengo tu primera sonrisa grabada a fuego en la memoria y que, cuando estoy en paz conmigo mismo, aún soy capaz de oír las primeras palabras que me dirigiste.  


Después me hiciste el hombre más feliz del mundo cuando aceptaste salir conmigo, cuando nos casamos, y más aún cuando me diste la oportunidad de ser el padre de nuestra preciosa. Has sido y eres, junto con nuestra hija, la persona más importante de mi vida, la única luz entre las tinieblas de mi atormentado ser. Por ello te doy las gracias, de corazón.

Y también por eso mismo te quiero pedir perdón, porque sé que fui yo y sólo yo el que convirtió aquella relación en un infierno, el que se dejó arrastrar por sus debilidades y sembró el terror en el seno de nuestro hogar, el que te obligó a huir para salvar tu vida y la felicidad de nuestra hija.

Desde entonces no había vuelto a veros, esa era la justa condena que me impusieron por mis pecados, hasta que ayer me encontré a mí mismo a la puerta de tu casa a pesar de la orden, acechando, armado. Es así, soy un monstruo, un enfermo sin remedio que pone en peligro lo poco que aún le importa en este mundo.

Por suerte te vi en aquel momento, en la distancia, con la pequeña de la mano, riendo juntas por no puedo imaginar qué. Y a la cabeza se me vino aquella primera sonrisa tuya, y la primera vez que tuve entre los brazos a la niña, y tantos buenos momentos que me habéis dado las dos. Fue entonces cuando el ánimo se me cayó al suelo, y lloré por todo lo que he perdido y que hasta ese momento no supe ver. Después de eso regresé a mi casa, arrepentido de verdad por primera vez, y con el firme propósito de hacer lo poco que aún queda en mi mano para salvar lo único que ha significado algo para mí en esta mísera vida.

Así que cuando leas esto, cuando te llame la policía para decirte qué ha sido de mí, sólo quiero que sepas que me arrepiento por todo lo que te he hecho a lo largo de estos años, que deseo rehagas tu vida con algún hombre de verdad, y que, al menos esto último, sí he sido capaz de hacerlo por ti y por nuestra hija.

Ahora sé que os quiero de verdad.


0 comentarios:

Publicar un comentario

Exportar para leer en tu ebook

En BLOXP puedes exportar este blog, o parte del él, para leerlo desde tu ebook. Sólo necesitas esta dirección de RSS:

Contador de visitas

Copyright de los textos Manuel Mije © 2013. All Rights Reserved.
Twitter Facebook Favorites More

 
Design by Free WordPress Themes | Bloggerized by Lasantha - Premium Blogger Themes | Powerade Coupons