Una
llamada de amor a alguien que se fue…
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te escribo esta carta para
recordarte lo mucho que te he querido y te quiero, y para pedirte que vuelvas a
mi lado, que vuelvas a ocupar ese espacio en el que sólo encaja tu memoria.
Ahora que no estás, recuerdo
cómo desterramos la soledad de esta casa, cómo la convertimos en el coto
privado en el que cazábamos los besos que nos lanzábamos el uno al otro, cómo
avergonzábamos a estas paredes con ese deseo mutuo y desenfrenado del que las
hacíamos testigos. No me decías que me querías, me lo hacías sentir en las
miradas que te sorprendía, en el azúcar de tu voz cuando te dirigías a mí, en
el eco de tus pasos siempre aproximándose, en el calor a tu lado de la cama,
que no se disipaba hasta bien entrado el mediodía. Fue un tiempo pleno, días
suaves, horas de pasión y minutos llenos de detalles de los que se agarran al
pecho.
Pero todo eso se perdió y no
he podido asimilarlo. Un ser gris vino a ocupar tu lugar, un frío muro en el
que mis palabras rebotan a veces en forma de respuestas vacuas, otras, en forma
de silencios. Es un hombre de mirada apagada y alma ausente, con un tono de voz
inmiscible con la risa o el cariño. Es el negativo de tu fotografía, velado por
dentro y pálido por fuera. Él sí me dice que me quiere, pero con palabras
resecas que suenan a hojarasca movida por el viento, un viento con ecos de
mentira y olor a nada.
Ya no puedo soportarlo más. Sólo
espero que a través de sus ojos leas estas líneas y vuelvas, que vuelvas
pronto, porque te necesito.
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