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Hay
historias que pasan de generación en generación… y otras que no…
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Fue el día que vinieron los jardineros
a sacar el viejo manzano del patio. Tras varias horas, consiguieron vencer el
apego que aquel árbol tenía a la tierra de nuestra casa, lo montaron en su
camioneta y se lo llevaron. Cuco, nuestro perrito pekinés, después de haber
estado ladrando toda la tarde a aquellos intrusos, se lanzó al agujero que
habían dejado tras de sí.
A eso de las cinco, Cuco salió del
agujero con un tesoro en la boca. Yo lo vi correr hacia la casa y oí el grito
de mi madre instantes después de entrado el animal.
—¡Mira a ver que guarrería trae ese
bicho en la boca! —me dijo cuando llegué.
Después de una trifulca con aquel
perro que por nada quería entregar su tesoro, conseguí arrebatárselo. Era un
zapato de mujer viejo. Fui a decírselo a mi madre, y ella, extrañada, me dijo
que subiera a preguntarle a la abuela.
Al llegar al cuarto de mi abuela, ella
parecía estar esperándome.
—¿Se han llevado ya el árbol? —me
preguntó.
—Sí, abuela. Y después el perro ha
estado escarbando y ha encontrado esto —le dije mostrándole el zapato.
Ella me miró con un extraño brillo en
sus ojos.
—Anda, Curro, hazme el favor de tapar
el agujero. Y no preguntes nada —respondió a mi gesto de confusión—. Te basta
con saber que yo soy tu abuela y no otra porque siempre fui demasiado mujer
para que nada se pudiera interponer entre mis deseos y yo.
2 comentarios:
Hola,
Lo que comienza con una aventura, y un juego para el perro se convierte de pronto en el pastel.
Bueno, bien redactado, sigue un buen ritmo,y tiene un buen desencadenante. Suspense y todo lo que podríamos esperar para mantener al lector Pegado y enganchado.
Me gustado mucho.
¡Muchas gracias,Keren! Las abuelas y los abuelos... si sabes poner la oreja tienes para un millón de libros... ;)
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