Para enfermos de aburrimiento alérgicos a la pasta de celulosa, para exiliados de bibliotecas con tiempo pero sin estantes, para marineros de la red con tendencia a hacer parada y fonda en tabernas de relatos, para viajeros de sillón y amantes de la aventura estática, para todos ellos y para ti mismo se abre esta consulta literaria, la del doctor Perring, enhebrador de palabras, zurcidor de conceptos y trazador de historias.


Tratamiento único y definitivo: tú pones los segundos, el que suscribe pone las letras...

viernes, enero 25, 2019

Epístola divina



Una epístola de obligada lectura, el firmante es ni más ni menos que Dios, tú mismo...


Saludos, mortales.

Soy Dios, el Creador, el Padre Eterno, el Espíritu Divino, el Alfa y el Omega, el Señor de los cielos, la Santísima Trinidad, y toda esa larga retahíla de nombres, a cual más peregrino, con los que me habéis designado a lo largo de los tiempos.  

No temáis, que no vengo a anunciaros ni el Apocalipsis, ni un diluvio, ni nada por el estilo, porque ya pasé esa época en la que era más aficionado a las bromas. No, hijos míos, en esta ocasión vengo a sincerarme con vosotros, a contaros una de mis cuitas, en respuesta a tantas y tantas penas y desventuras cuya solución me encomendáis a mí todos y cada uno de los días en vuestros interminables rezos.

Hago esto por epístola y no mando a mi hijo para transmitiros el mensaje, porque la última vez que os lo mandé le disteis una paliza de aquí te espero. Y conste que no niego que el chaval sea un poco cansino con sus cosas de la bondad, el amor prójimo y demás, pero un respetito por ser el hijo de quien es sí que creo que deberíais haber tenido.

En fin, pelillos a la mar. Mi inquietud, amados mortales, es que cuando yo mandé a mi vástago con vosotros, como muestra inequívoca de que estáis en mi pensamiento y os considero mis hijos, no tenía idea de lo que se me venía encima. Sí, porque es ley de esta naturaleza de mi creación que los hijos, después de haber sido el centro de nuestra atención, la fuente de nuestras preocupaciones y el destino de nuestros consejos, parecen querer pagárnoslo todo con quebraderos de cabeza. Se meten en líos, sufren por ello, y nos hacen sufrir también a nosotros. Y siempre por culpa de esa siniestra figura, azote de felicidades paternales y némesis de tranquilidades que son “los amigotes del niño”; mi tormento.

Ya en un principio no me gustó que comenzara a juntarse con anarquistas zelotes, prostitutas, funcionarios de hacienda y otras gentes de semejante jaez. Pero lo dejé pasar, porque soy de los que piensan que mejor darle carrete a los chavales para que experimenten la vida, para que crezcan como personas aprendiendo de sus propios errores. Al parecer me equivoqué.

Después, cuando comencé a ver que la cosa iba a peor, que vivía en comuna y dando tumbos por ahí como un vulgar hippy, que tenía visiones y momentos de trance inducidos no quiero saber por qué sustancias, ya fue demasiado tarde para hacer nada. El día que lo detuvieron en la redada del Huerto de Getsemaní fue uno de los más amargos de mi vida, y cuando lo juzgaron y lo condenaron creí que me volvía loco de dolor.

Lo que siguió es por todos conocido: aquella panda de golfos se apropió de mi nombre y mi imagen para montar su franquicia de productos espirituales, de la cual yo aún no he recibido ningún tipo de comisión o beneficio, y encima dándome tan mala imagen y creándome tantos problemas con el resto de deidades que no sé cómo lo voy a solucionar.

Pero eso no es lo peor. ¡Desgraciado el día que la lacra de las malas amistades llegó y se asentó incluso aquí en el cielo! Empezando por el tal Pedro, un tipo obtuso que, porque mi hijo le comentó no sé qué asunto sobre que él sería la piedra de mi iglesia, se cree que es el dueño de las llaves de la casa. Y ahí lo tengo, provocando, día sí día también, alguna algarada a la entrada del paraíso. Por no hablar del tal Pablo, precursor del spam con su manía de las epístolas. O el tal Juan, un borrachín que, en medio de una cogorza, se inventó ese Apocalipsis en el que me pone poco menos que por amante de las trompetas y la jarana.

Así podría hablaros de hasta doce grandes problemas con los que tengo que lidiar todos los días. Porque, y esto es lo realmente grave, el niño me los ha enchufado a todos en la plantilla de santos, con lo que tendré que aguantarlos a mi lado todos los días hasta el final de los tiempos (que por suerte para vosotros, y por desgracia para mí, aún está muy lejano).

En fin, hijos míos, ya me he desahogado un poco. Quedad con Dios, es decir, conmigo.

P.D. Sed buenos los unos con lo otros. Y, por favor, no me estropeéis demasiado el mundo, que aún tengo el miedo en el cuerpo de la última vez que pedí presupuesto para arreglar lo que habíais destrozado.


0 comentarios:

Publicar un comentario

Exportar para leer en tu ebook

En BLOXP puedes exportar este blog, o parte del él, para leerlo desde tu ebook. Sólo necesitas esta dirección de RSS:

Contador de visitas

Copyright de los textos Manuel Mije © 2013. All Rights Reserved.
Twitter Facebook Favorites More

 
Design by Free WordPress Themes | Bloggerized by Lasantha - Premium Blogger Themes | Powerade Coupons