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Cuando la vida es peor que la muerte…
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El centro comercial había quedado en
penumbra. Como fichas de dominó contagiándose la caída, la oscuridad se había
esparcido por el lugar tramo a tramo, corredor tras corredor, dejando a su paso
apenas unos rescoldos de luz encerrados en las lámparas de emergencia. Ya sólo
se escuchaba el vago y distante crepitar de unas llaves y una hilera de pasos
cada vez más cercanos. Fue entonces, justo en ese momento, cuando unos ojos
glaucos, encastados en un rostro color carne sintética, nariz respingona y
regordetes labios, se abrieron. Parecían desconcertadamente curiosos,
excitados, anhelantes, definitivamente desacordes con aquel gesto de alegría
congelada de sus sintéticas facciones. Había un recuerdo tras aquellos ojos: un
día de compras normal con una mamá normal en un centro comercial tranquilo, una
jornada rutinariamente alegre, natural. Pero después, sin solución de
continuidad, aquel desconcierto, la ausencia de tacto y movilidad, la penumbra,
el miedo…
De repente, un cuerpo entró en su
campo de visión: alto y uniformado, parsimonioso en sus movimientos. El agente
parecía preocupado, tan ofuscado con su dilema que apenas se fijó en aquel
maniquí infantil y sus rubios cabellos, o en la alegría congelada de su rostro,
o en su mirada suplicante, aterrorizada… viva. Aquel hombre sólo tenía ojos
para el ajado papel que pendía en precario equilibrio junto a la luna de la
tienda. El tiempo se había cebado con la foto de aquel crío, y también con las
frases allí impresas conminando a su búsqueda, mendigando cualquier tipo de
información acerca de su paradero. Se había cebado tanto que, con lo años,
incluso le había robado la esperanza que una vez hubo detrás del papel y que le
dio sentido. Así que, antes de verlo tirado por el suelo, prefirió arrancarlo
él mismo y llevárselo de allí, seguido, como siempre que pasaba por aquel lugar
durante su ronda nocturna, por aquella mirada suplicante, aterrorizada… viva…
1 comentarios:
Los turnos de noche son para hacer una hoguera y contarlas con una manta para taparse. Dan mucho juego , vaya. Me ha gustado mucho la historia. Espero seguir leyendote amenudo. Paso por otras entradas a ver qué me perdido
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