Leyendas urbanas, brotes de misterio
en esta jungla de asfalto, razón e incredulidad. Revisión de viejas historias
de nuestro folclore ancestral… o quizá el resurgimiento de realidades
silenciadas, ocultas, conscientemente olvidadas. Leyendas urbanas, a veces
metidas en el mismo saco que los bulos, ignoradas y despreciadas como tales,
pero que están ahí, a la vuelta de la esquina, al otro lado de la pared de
nuestra casa, detrás de nosotros, donde no nos atrevemos a mirar cuando la
penumbra acecha, y que a veces saltan ante nuestros ojos para que nunca
olvidemos, para que ni los más incrédulos lo hagan, que la realidad tiene dos
caras: una amable, cotidiana, feliz; otra siniestra, oscura, insólita…
despatarrante.
Nuestra
entrevistada en esta ocasión, para asombro de propios y extraños, para escarnio
de escépticos e interés de nuestros seguidores más fieles, aquellos que no dan
la espalda a la maravilla, es Soraya “la
Pistolera”, ni más ni menos que la tan
famosa “chica de la curva”, protagonista de una de las más conocidas leyendas
urbanas.
Adentrémonos, pues, en este enigma de
los tiempos modernos.
Quique
Jiménez: Bienvenida,
Soraya, a este nuestro rincón de lo insólito, nuestra barcaza del misterio,
nuestras Crónicas de lo Despatarrante.
Soraya
“la
Pistolera”: Ay, muchas gracias, hermosura. Un
gustazo estar aquí con un hombre tan apuesto, tan… tan macho como tú.
QJ: Ah… vaya… Gracias por tus palabras.
SP: Gracias a ti, rey mío, por haberme dado la oportunidad
de estar a tu vera, siempre a la verita tuya… Ay, que desde que te vi
por la tele que sueño contigo, chulazo, que me pones como una moto.
QJ: Eh… Vaya… Qué cosas, ¿no? Bueno, Soraya, centrémonos y
vayamos con lo que es la entrevista, ¿de acuerdo?
SP: Lo que tú quieras, corazón. Yo me
centro, me pongo de lado o mirando para Cuenca si tú quieres.
QJ: Eh… sí, bien. Bueno, Soraya, antes de adentrarnos en las
oscuras simas de lo despatarrante me gustaría que nos contaras algo sobre ti,
unos pequeños datos con los que poner en situación a nuestros lectores, un
primer atisbo tras el frágil velo que separa lo cotidiano de lo insólito. Por
ejemplo, sería interesante que nos explicaras algo que creo que a todo el mundo
llamará la atención, tu nombre, o más concretamente tu apodo, “la
Pistolera”.
SP: Ay, cariño, ¿me vas a hacer que cuente mi gran secreto?
Bueno, por ti lo que sea, ladrón. A ver, cómo te lo digo. Mira, en mi carné de
identidad no pone Soraya, sino Antonio Vilches, fíjate tú. Yo antes era
camarero, y un reprimido encerrado en el armario apolillándome. Hasta que un
día me harté, me lié la manta a la cabeza, me puse estas dos pedazo de lolas
que aquí ves, y me eché a la calle, que por desgracia es la única forma de
ganarnos la vida que encontramos muchas de nosotras. Bueno, también he
trabajado algo en el mundo del espectáculo, que es mi gran pasión, después de
los hombres guapos como tú. Hago espectáculos llenos de humor y cante, coplas
de las bonitas de toda la vida: “Como una ola”, “Falsa moneda”, “María Salomé”,
“Ojos verdes”, “Tatuaje”, o, cómo no, mi marinero de luces con alma de fuego
y espalda morena…
QJ: … Muy… interesante. Y lo de “la
Pistolera”, ¿por qué?
SP: Ay, Quique de mi corazón, eso es por la envidia, que es
muy mala. Las otras, que no pueden soportar verme así de hermosa sin sacarme
alguna pega. Y como otra no me pueden poner, porque, y aunque esté feo que yo
lo diga, es que es la verdad, soy una mujer de bandera, pues me ponen ésa.
QJ: Sí, “la
Pistolera”. Pero, ¿concretamente por qué?
SP: Por qué va a ser, ángel mío, por el pistolón que tengo.
Que parece que hayas nacido ayer. Pero bueno, vamos a hablar de otra cosa, que
a nadie le importa si tengo el chocho delante o detrás, como las vacas.
QJ: Eh… sí, sí, mejor que hablemos de otra cosa. Bueno,
Soraya, tú eres la tan famosa “chica de la curva”, icono de lo insólito donde
los haya, ente espectral que a veces se cuela por entre los resquicios de la
realidad trayendo consigo la maravilla, portadora del misterio y lo
despatarrante.
SP: Vaya, ¿todo eso soy yo, ricura? Pues bueno, lo que tú
digas. Pero arrímate un poco más, que no muerdo. En fin, que sí, que yo soy la
chica de la curva, en concreto la de la curva que está justo a la salida del
polígono industrial “El Pino”.
QJ: No te preocupes, estoy bien así. En fin, Soraya, como
sabrás, se cuentan multitud de historias sobre ti, versiones distintas de una
misma realidad, diferentes matices de ese caleidoscopio de relatos que te
tienen a ti como protagonista común. Hoy estamos aquí para que nos cuentes la
verdad, para que nos digas qué es o no cierto de todo lo que se comenta acerca
de ti, la chica de la curva.
SP: Sí, amor mío, yo te cuento lo que tú quieras.
QJ: Vayamos primero a lo que sería el elemento común de
todas las versiones que de tu historia se cuentan, ese hecho funesto, ese
accidente, que marca tu vida y convierte tu existencia en un perpetuo dejá
vu, un revivir una y otra vez la tragedia con la única finalidad de avisar
al incauto del peligro que le aguarda más allá de esa siniestra curva.
SP: ¿Accidente? ¿Qué accidente, tesoro? El único accidente
que yo he tenido en mi vida es nacer con esto que tengo entre las piernas. Si
te refieres a eso sí, la verdad es que ha marcado mi vida y la ha convertido en
eso que dices, revivir una y otra vez la misma historia: veinte euros el
francés y cincuenta el completo, si quieres lo tomas y si no lo dejas, papito.
Aunque a ti, niña de mis ojos y de mis entretelas, te lo hacía gratis, que
soy paloma brava, y para saciar mi sed toda la lluvia no basta…
QJ: Me sorprendes, Soraya, me dejas patidifuso. ¿No fue
entonces un accidente, un giro fatal del destino el que te condenó a vagar por
las cunetas como aviso a navegantes, como ente sobrenatural siempre presto a
evitar la tragedia ajena?
SP: Ay, qué tierno y qué simpático me ha salido el Quique.
Ladrón, que te metía de todo menos miedo. Sobrenatural sí que soy, como una
diosa, ¿pero qué accidente ni qué ocho cuartos? Yo vago por las cunetas, como
tú dices, porque la gente necesita cariño y comprensión, echar una canita al
aire de vez en cuando. Yo hago un servicio a la humanidad, tan necesitada de
amor, porque puedo, porque tengo este cuerpazo que Dios me ha dado y estas dos
lolas que me dio el doctor Uribarri. Y lo cobro, por supuesto, porque mantener
a este monumento es muy caro, hijo mío, y la seguridad social no cubre el
quirófano ni los tratamientos hormonales.
QJ: Fascinante, desconcertante, y a la vez tremendamente
revelador lo que se deduce de tus palabras. Corrígeme si me equivoco, Soraya,
pero lo que entiendo de lo que me dices es que un ente sobrenatural como tú,
una leyendaria urbana icono indiscutible de todo aquello que se sitúa más allá,
prócer de lo inexplicable, mantiene muchos vínculos con el mundo de lo terreno,
que lo cotidiano y lo paranormal están mucho más unidos de lo que cualquiera,
incluso yo mismo que tantos casos de este tipo he investigado, podría sospechar.
SP: Qué majo eres, Quique. No te he entendido ni papa de lo
que me has dicho, pero me vuelve loca cada vez que me llamas sobrenatural.
Quién fuera tu socorrista para estar todo el día haciéndote el boca a boca,
chulazo. Déjame, anda, déjame…
QJ: ¡Soraya, por favor!
SP: Bueno, hijo, ya te dejo. Qué remilgado me has salido.
QJ: A ver, Soraya, vamos a reconducir la entrevista que si
no, no llegamos a ningún lado. Se trata de establecer en primer término, como
antesala a las revelaciones que vendrán después, con qué quedarnos de todo lo
que ya se sabe, o más bien se supone, acerca de la chica de la curva, ¿de
acuerdo?
SP: De acuerdo, vida mía.
QJ: Bien. Entonces quedamos en que lo del accidente es sólo
un añadido de esos que el correr de boca en boca incorporan a las historias.
SP: Eso mismo.
QJ: Pero aun así no me puedes negar el
claro halo paranormal que envuelve tu historia, tu existencia. Ese desaparecer
y aparecer de la nada, la premonición, la indeleble huella que la experiencia
contigo deja en los que la han vivido. Todo eso sí es cierto, ¿verdad?
SP: Por esta cruz te juro que eso que
dices de la experiencia es verdad, que nadie la puede olvidar. Una noche de
pasión conmigo y te hago más hombre que la
Legión. Que
esto es puro amor, amor amor, incontrolable. Y si sigo así, pobre de mí, me va
a matar…
QJ: ¿Y la premonición? ¿De dónde viene la premonición?
SP: ¿Qué premonición, amore?
QJ: El tan nombrado aviso, la predicción.
Siempre se ha contado de ti que, llegado el momento, cuando el automóvil del
incauto conductor se acerca al lugar de la tragedia, la curva en la que el
destino lo espera para mostrarle su más trágica faz, tú estás ahí para
prevenirle del peligro.
SP: Uy, yo de predicciones nada, que soy
muy supersticiosa y me da mucho miedo. Y no es porque una no tenga su punto de
adivina, que yo siempre he sido mucho de corazonadas, y una amiga bruja que
tengo y más de una vez me ha echado las cartas me ha dicho que yo tengo el don,
que se me ve en la mirada, en el brillo de los ojos. Pero no puedo, es superior
a mis fuerzas. Yo echar unas cartas y ver la muerte de una persona… Uy, qué va,
qué va, no podría.
QJ: Vaya, otro dato al parecer erróneo que teníamos. Tampoco
es que nos sorprenda del todo, pues cualquiera que se haya preocupado por
seguir alguna vez las huellas de lo preternatural, de lo despatarrante, sabe
que éstas se ocultan las más de las veces, mezcladas entre la hojarasca de la
superchería y la pura invención. Pero siempre hay algo, quizá más de lo que
podríamos sospechar. Por ejemplo lo de la desaparición repentina. Dinos,
Soraya, ¿también eso es falso? Me refiero a ese momento de tus intervenciones
en el que, sin previo aviso, como si de un sueño se tratase, te esfumas en el
aire dejando a los testigos con esa inquietante sensación de haber tenido un
cruce con lo desconocido.
SP: Eso es totalmente cierto, Quique, ahí
sí. Yo cobro por adelantado, y en cuanto ya he terminado con lo mío,
arrivederci, cariño, y desaparezco. Que la noche es muy peligrosa, corazón, que
hay mucho loco suelto por ahí y pasan muchas cosas malas. Más de un susto he
tenido yo, pero por gracia de la providencia no me ha pasado nada.
QJ: Lo que decíamos, la mezcla de verdades y mentiras que
hacen absolutamente necesario ser extremadamente cautos a la hora de investigar
el mundo de lo insólito, contrastar, acudir a las fuentes. Como lo que hacemos
aquí, en las Crónicas de lo Despatarrante, y por lo que hoy tenemos con
nosotros a alguien como tú, Soraya. Más cosas. Por ejemplo, tú, como
protagonista del misterio, como leyendaria urbana, ¿eres consciente de la
innegable huella que has dejado en el subconsciente colectivo?
SP: Ay, no sé la huella que habré dejado en el subconsciente
colectivo. Lo que sí sé es que el que pasa por mis brazos no se olvida nunca de
esta leona que tienes delante. Eres fuego que me quema, y que sube por mis
venas, y va directo al corazón…
QJ: No lo dudo. Y dime, Soraya, ¿qué piensas tú de esas
otras historias que, como la tuya, forman ese corpus de lo paranormal urbanita?
¿Tienes noticia de esas otras leyendas urbanas que también circulan por ahí?
¿Posees algún tipo de información de primera mano, digamos en calidad de
entidad perteneciente al gremio, si es que podemos hablar de un gremio?
SP: Hombre, yo ya sabes al gremio que pertenezco. Y como
conocer, sí que conozco a más de una que es una leyenda, pero de viejas que
son. La
Puri, sin ir más lejos, que lleva dando
tumbos por ahí desde antes de que Franco estirara la pata. Pero ya no se puede
hablar de gremio como antes, Quique. Ahora con tanta mafia y tanta extranjera
ya todo el mundo va a lo suyo.
QJ: Curioso punto el que tocas, Soraya. Me hablas de que la
globalización también de estos asuntos, la adaptación de historias de otras
latitudes, como podría ser la del chupacabras sudamericano, la criogenización
de Walt Disney, el cocodrilo gigante de las alcantarillas de Nueva York y otras
tantas, van ganando terreno a lo que sería la leyenda patria.
SP:
¿Qué dices de
cocodrilos ni de chupar cabras, Quique? Eres un cielo, amore, pero a veces
tienes unas cosas que cualquiera diría que no estás bueno de la cabeza. Yo me
refiero a que hay mucha puta suelta para tan pocos clientes.
QJ:
Bueno, perdona por la
confusión. En todo caso, y por cambiar de tema, ¿qué opinas respecto a que las
más de las veces se os mezcle a vosotras, las leyendas urbanas genuinas, con el
bulo, la unión entre lo mendaz y lo rocambolesco?
SP: Ay, pues no sé. No tengo noticia de
que se diga que yo soy un bulo. Y si alguien se lo cree aquí estás tú para
comprobar que soy de carne y hueso. Toca, Quique, toca sin miedo.
QJ: No hace falta, Soraya.
SP: Que sí, hijo, toca estas carnes morenas
que no han de comerse los gusanos…
QJ: ¡Soraya!
SP: Aich, Quique, qué… qué eso eres. En
fin, tú te lo pierdes.
QJ: Bueno, Soraya, vayamos terminando. Se nos han quedado
muchas cosas en el tintero, sin duda, pero hay algo que no me gustaría dejar en
el aire, ese dato, quizá fundamental, que nunca queda claro cuando se habla de
la chica de la curva. Está claro, por tu presencia aquí, por eso que dices de
ser de carne y hueso, que no eres ningún fantasma, o una aparición, o la
traición de unos sentidos cansados por la conducción nocturna. Dinos, Soraya,
para que quede claro a nuestros lectores, ¿qué eres tú? ¿Quién eres tú?
SP: ¿Yo? ¿Que quién soy yo? Yo soy... esa... Esa oscura
clavellina, que va de esquina en esquina volviendo atrás la cabeza. Lo mismo me
llaman Carmen, que Lolilla que Pilar; con lo que quieran llamarme, me tengo que
conformar. Soy la que no tiene nombre, la que a nadie le interesa, la perdición
de los hombres, la que miente cuando besa. Ya... lo saben... Yo soy... esa...
QJ: … Vaya… desconcertante respuesta. Pero interesante en
todo caso. Muchas gracias por haber compartido con nosotros esta tercera
entrega de nuestras Crónicas de lo Despatarrante, Soraya. Gracias por
acompañarnos en esta barcaza del misterio siempre en busca de lo desconocido y
haberle dado un sentido a nuestra travesía con tu relato.
SP: Gracias a ti, Quique. En fin, ¿no me vas a dar aunque
sea un beso de despedida?
QJ: No. Y aquí concluye nuestro tercer viaje hacia lo que se
oculta tras los velos de la realidad. Os emplazamos hasta nuestra próxima
entrega, que seguro será también de vuestro interés; estaos atentos.
…
QJ: ¡Soraya, las manos quietas!
SP: Ay…
Quique
Jeménez’s
Crónicas
de lo Despatarrante
2 comentarios:
Sabía que ibas a poner la canción final, jijiji. La estaba esperando
Soy Luisi
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