Columna OcioZeta-Sevilla Escribe. Beneficios y ventajas de la Ciencia Ficción... |
Cuando leí Crash, del maestro Ballard, quedé prendado no sólo de la novela en sí, sino también del prólogo con que el autor la iniciaba (según la nota a pie de página, publicado por primera vez en la edición francesa, Calmann-Lévy, 1974). Se trataba de un alegato en favor de la Ciencia Ficción (quizá del fantástico en general) que lo señalaba como el género con mayor capacidad de señalar y advertir sobre los problemas de nuestra sociedad presente y futura, incluso de mostrarnos interpretaciones más clarificadoras del pasado, por aquello de aprender de los errores. Con esa idea me quedé, y fue a raíz de un vacuo y por momentos agrio debate con una de esas personas que creen que la Ciencia Ficción son sólo marcianitos verdes con antenas y naves espaciales, que me surgió la idea de escribir esto.
Sólo
eso, “cosas de niños chicos” (las palabra “infantil” no forma parte del
vocabulario habitual de algunos de estos sujetos, y la palabra “pueril” es “una
de esas cosas raras que dicen esos tipos raros que leen libros”; por aclarar un
poco el panorama). Bien, no creo que el que no sepa disfrutar de la lectura
vaya jamás a leer esto, ni que los lectores de mente cerrada que creen en el
cuento de los marcianitos verdes con antenas como campo cerrado de la Ciencia
Ficción vayan a dar su brazo a torcer (aunque luego lean
Ciencia Ficción “sustraída”, esos libros que por haber trascendido el género le
son robados a éste “por no mancharlos”, como por ejemplo 1984). Me dirijo a esos otros que sí aceptan la Ciencia
Ficción como parte de sus lecturas, pero tomándola como
literatura puramente de evasión, sin más calado ni pretensiones.
Creo
que no es así, creo que, como dijo Ballard, la Ciencia
Ficción sí que tiene mucho que decir en un plano más
profundo, que puede funcionar como instrumento para mostrar nuevos matices de
problemas actuales o futuros a los que nuestra sociedad, cada vez más compleja,
se enfrenta o se tendrá que enfrentar en algún momento.
No
digo que otros géneros más anclados en la realidad no puedan realizar una
función parecida, pero hay algo muy importante a la hora de hacer que una
persona se replantee sus ideas acerca de un problema concreto, sobre todo uno
de esos problemas con bandos enfrentados: vestir la piel del otro. Esto mismo
lo puede hacer también esa otra literatura de la que hablo, hay multitud de
libros que plantean visiones sinceras desde el punto de vista de uno de esos
bandos enfrentados, pero no es fácil que el mensaje pueda llegar de verdad
debido a los prejuicios, algo… ¿insoslayable?
Ése
es el quid de la cuestión, salvar los prejuicios. En este caso concreto la Ciencia Ficción
(el Fantástico en general) posee un arma efectiva contra eso de los prejuicios,
una forma de evitarlos para que el lector se pueda olvidar de ellos, para que
consiga vestir la piel del otro y le siente bien: esa suspensión de
incredulidad más acusada, esa ruptura con la realidad cotidiana que
forzosamente deja atrás los prejuicios al desligarlos de los rasgos distintivos
en los que se basa. Las “razones” del lector pierden pie, muchos de esos
conceptos machacados en su mente por años de educación e inmersión en su
sociedad se anulan. Al aceptar esa suspensión de incredulidad su realidad es la
realidad planteada por el autor, y ésta puede no ser más que un reflejo de esa
otra enfrentada a la propia del lector; se le hace vestir la piel del otro,
aunque sea inconscientemente.
Esto
no quiere decir que ese mensaje que el autor transmita tenga por qué ser
válido, no todo el mundo acierta con lo que cree, con lo que espera, no todos
tienen en todo momento la preparación suficiente como para hablar de lo que se
les pasa por la cabeza, no todo el mundo sabe. De hecho, es posible que ni
siquiera se trate de un mensaje intencionado: uno simplemente escribe una
historia que le apetece, sin más pretensiones. Pero, ay amigo, uno escribe de
lo que ve, de lo que siente, de lo que tiene dentro. Luego saldrá una historia
de Ciencia Ficción, o de Fantasía, o de Terror, pero bajo ella siempre habrá
otra cosa, algo que le es propio al autor y que puede ser una llamada de
atención sobre un problema de la realidad que le rodea.
No
creo que esto pueda ser mesurable ni a corto ni a largo plazo, al menos en
términos absolutos, pero sí que a veces echo en falta una valoración de esta
virtud en alguna obra concreta. No sé, supongo que a veces sí que se valora,
pero sin señalarlo específicamente. Pero tampoco estaría mal que, al igual que
se habla de los valores literarios, la audacia de planteamientos, la
verosimilitud científica, también se hablara de los valores pedagógicos,
terapéuticos si me apuran, de muchas obras de Ciencia Ficción.
Es
más, creo que se debería valorar eso del género en sí frente a otros géneros.
Estamos hablando de que poseemos un instrumento capaz de transmitir de manera más
profunda, en un formato más asimilable, mensajes que quizá puedan servirnos
para salvar problemas personales o generales que verdaderamente nos puedan
afectar en nuestro presente o nuestro porvenir. ¿De verdad eso no es una gran
virtud? Pues entonces no me explico por qué en el ámbito del castellano parece
que no queramos usar ese instrumento con la relativa naturalidad con la que se
usa en el mundo anglosajón, por qué se ningunea el género, por qué no tenemos
una tradición tan amplia como la de los vecinos. Quizá tenga que ver con la
idiosincrasia de nuestra cultura hispana, pero no sé, yo me siento muy de donde
soy y no tengo esos prejuicios… Quizá sea porque leo Ciencia Ficción.
Ya,
ya lo sé, se me ve el plumero. Pero qué quieren que les diga, me encanta la Ciencia Ficción, y a Dios pongo
por testigo de que nunca dejaré pasar una oportunidad de defender y alabar lo
que me gusta, sobre todo cuando me toquen los innombrables diciendo que la Ciencia Ficción son sólo
marcianitos verdes con antenas y naves espaciales, cosas de niños chicos.
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