Microcuento. Hasta las viejas leyendas tienen que adaptarse a estos tiempos modernos... |
Era un hombre
grande, ceñudo y desaliñado, de barba desidiosa, con un sucio y viejo saco de
arpillera desinflado sobre su hombro. Tras sus vidriosos ojos parecía estar
agazapado un abismo de insondable y oscura maldad, y sus manos, fuertes y
nudosas, se retorcían una sobe otra evidenciando aquella pulsión interior. Después
de ajustar su sucia camisa y retocarse el pelo con un par de rápidas pasadas de
mano, llamó decidido al timbre de aquella casa. Apenas un instante y un crujido
de goznes más tarde, la hoja de madera pareció batirse en retirada al tiempo
que una mujer de mediana edad, discutible y ajada apostura, y rematada en su
cima por un alto y enérgico moño de ama de casa en faena, surgió de entre las
penumbras hogareñas.
―¿Mande? ―dijo entornando los ojos y mirando de hito en hito al
visitante.
―Señora, soy el Hombre del Saco ―se presentó aquel individuo.
―Vaya, a buenas horas, ¿no? ―le soltó la reprimenda que desde hacía un
rato rumiaba.
―Lo siento, señora, no localizaba la dirección ―la mirada del visitante
se hizo menos fiera.
―Ya, ya ―lo silenció con un gesto de la mano―. Ramirito ―gritó hacia el
interior, y un chiquillo llegó trotando desde el fondo del pasillo: regordete,
malencarado, con los mofletes churretosos y gran cantidad de travesuras
marcadas a mancha y cicatriz sobre todo él. El pequeño, presa de un terror
atávico e innominado, se quedó inmóvil y pálido al llegar a la entrada―. Ea, ya
ha venido el Hombre del Saco a por ti, por ser tan malo y tan trasto ―lo agarró
del brazo y con infinita crueldad lo acercó al visitante, mientras el niño
rogaba y se retorcía presa de un ataque de pánico. Cuando consideró que ya era
suficiente, lo liberó y dejó que se perdiera pasillo adentro―. Por esta vez te
has librado, pero la próxima dejo que te lleve, ¿te has enterado? ―No hubo
respuesta desde el fondo del pasillo―. ¿Cuánto es? ―se dirigió esta vez al
visitante.
―A ver, visita sin recogida, con oferta especial de primera vez… Son
cinco cincuenta, señora.
―Aquí las tiene. Y oiga, por si algún día quiero que venga el Coco, o el
Sacamantecas…
―Llame al mismo número, pertenecemos a la misma franquicia. Buenas tardes.
―Buenas tardes, y vaya con Dios.
Segundo Premio del Concurso de Leyendas Urbanas de Pola de Siero 2007
3 comentarios:
Jajaaajajaja.
Tengo un par de amigos profes que afirman que a algunos de sus alumnos les iría bien un sustillo. Les paso la idea, de tu parte.
Por cierto (offtopic), pásate por Cree lo que Quieras, que te he dejado un detalle,
Saludos.
Jeje, no sé yo si eso sería lo mejor, un profesor debe tener cierto gusto por los niños (si es profesor de infantiles) y me da a mí que esta la escribí más bien por lo contrario...
Y ahora voy a preparar lo de las preguntas y demás; muchas gracias, socio.
Jejejeje, éste no lo conocía. Qué salao :D
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