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Aquí os dejo este simpático microcuento en el que se narran las desilusionantes vacaciones de Ismael... |
Ismael llevaba ya dos semanas de vacaciones con la expedición arqueológica de su padre. Estaba desilusionado, porque jamás se imaginó que aquello fuera así: nunca había descubrimientos, sólo un grupo de personas silenciosas cavando de sol a sol con cucharas y pinceles. Él esperaba que desde el primer o segundo día empezasen los descubrimientos de dinosaurios, utensilios prehistóricos, o incluso del mismísimo eslabón perdido. Se había equivocado.
De repente un murmullo procedente de
otro punto de la excavación llegó a él: alguien había encontrado un coprolito.
¡Dios, cómo sonaba eso! Ni más ni menos que un coprolito. ¿Qué sería aquello?
¿Quizá algún nuevo tipo de dinosaurio? ¿Quizá una figurilla de piedra? Parecía
que hubiera llegado el momento de los hallazgos importantes.
Una vez frente al coprolito no
terminaba de comprender: ¿por qué no lo sacaban de dentro de la roca, es que lo
iban a dejar allí dentro? El padre de Ismael, hombre intuitivo y que conocía
bien a su hijo, respondió a la pregunta muda que era la expresión de éste:
—Es un coprolito, Ismael, el
excremento de un animal prehistórico. Por su tamaño yo diría que es de un gran
dinosaurio. Está claro que anduvieron por aquí, así que, con suerte, lo mismo
encontramos más.
Ismael decidió en ese momento no
volver a repetir experiencia nunca más: se consideraba muy gilipollas por haber
malgastado sus vacaciones buscando mierda.
1 comentarios:
Muy bueno. A partir de ahora a decir: "vete al coprolito"
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