Querida Ana.
Espero que al menos la curiosidad te
haya decidido a abrir esta carta, o que la policía te haya llamado y eso dé
lugar a que leas estas líneas antes de arrojarla a la basura. De no ser así lo
entendería perfectamente, pero permíteme creer que sí la leerás, para sacar
fuerzas de ello a la hora de hacer lo que tengo que hacer, siempre he sido un
cobarde.
¿Cuánto hace desde que nos conocimos?
¿Quince años? ¿Tal vez alguno más? Créeme si te digo que me acuerdo
perfectamente de aquel momento, que tengo tu primera sonrisa grabada a fuego en
la memoria y que, cuando estoy en paz conmigo mismo, aún soy capaz de oír las
primeras palabras que me dirigiste.
Después me hiciste el hombre más feliz
del mundo cuando aceptaste salir conmigo, cuando nos casamos, y más aún cuando me
diste la oportunidad de ser el padre de nuestra preciosa. Has sido y eres,
junto con nuestra hija, la persona más importante de mi vida, la única luz
entre las tinieblas de mi atormentado ser. Por ello te doy las gracias, de
corazón.
Y también por eso mismo te quiero
pedir perdón, porque sé que fui yo y sólo yo el que convirtió aquella relación
en un infierno, el que se dejó arrastrar por sus debilidades y sembró el terror
en el seno de nuestro hogar, el que te obligó a huir para salvar tu vida y la
felicidad de nuestra hija.
Desde entonces no había vuelto a
veros, esa era la justa condena que me impusieron por mis pecados, hasta que
ayer me encontré a mí mismo a la puerta de tu casa a pesar de la orden,
acechando, armado. Es así, soy un monstruo, un enfermo sin remedio que pone en
peligro lo poco que aún le importa en este mundo.
Por suerte te vi en aquel momento, en
la distancia, con la pequeña de la mano, riendo juntas por no puedo imaginar
qué. Y a la cabeza se me vino aquella primera sonrisa tuya, y la primera vez
que tuve entre los brazos a la niña, y tantos buenos momentos que me habéis
dado las dos. Fue entonces cuando el ánimo se me cayó al suelo, y lloré por
todo lo que he perdido y que hasta ese momento no supe ver. Después de eso regresé
a mi casa, arrepentido de verdad por primera vez, y con el firme propósito de
hacer lo poco que aún queda en mi mano para salvar lo único que ha significado
algo para mí en esta mísera vida.
Así que cuando leas esto, cuando te
llame la policía para decirte qué ha sido de mí, sólo quiero que sepas que me
arrepiento por todo lo que te he hecho a lo largo de estos años, que deseo
rehagas tu vida con algún hombre de verdad, y que, al menos esto último, sí he
sido capaz de hacerlo por ti y por nuestra hija.
Ahora sé que os quiero de verdad.
0 comentarios:
Publicar un comentario