Microcuento costumbrista sobre parejas que viven momentos amargos y dulces, y otras que viven una insípida monotonía... |
—¡Vaca cornuda!
—¡Enano borracho!
—Que sepas que lo nuestro se ha
terminado.
—Pues muy bien. Ven cuando quieras a
recoger tus trapos asquerosos, y no vuelvas más.
Ambrosio descendió las escaleras a
saltos, para después tomar el camino de la peña. “Maldita bruja, ¿acaso se cree
que me va a mangonear como le dé la gana? No, ni mijita. ¡Se acabó el carbón!
Ahora mismo voy a endiñarme un tintazo. ¿Cómo uno? Todos los que me dé la gana,
que para eso ando todos los días doblando el lomo de ocho a seis.”
Plácida, que había despedido a su
marido con un soberano portazo, se sentó en la cocina a rumiar bilis. “A ver si
es verdad que te vas de una vez, ¡borracho asqueroso! ¿Acaso se ha creído la
cagarruta esta que le voy a consentir estar cada dos por tres con un codo en la
barra de la peña y el otro empinado? ¡Que me quede muerta aquí mismo si se lo
consiento!”
***
Ya de madrugada, Ambrosio entraba en
el cuarto de matrimonio a hurtadillas, cuando el repentino encendido de una lámpara
lo sobresaltó.
—Cari —dijo Plácida incorporándose—,
yo te…
—Canija —dijo Ambrosio
simultáneamente—, yo te…
***
Minutos después, la vecina de abajo
despertaba a su marido con un par de codazos:
–¿Oyes? Todos los días igual: por las
tardes, bronca, y por las noches trikitriki; no falla… ¡Y tú a ver si tomas
ejemplo!
–¿De las broncas o del trikitriki,
cielo?
–Vete a tomar por culo.
1 comentarios:
Jajajaja. Como la vida misma...
Publicar un comentario