Mi Renault cuatro no es sólo mi coche,
también es mi mascota, mi compañero, mi amigo.
Aún recuerdo el día que lo vi en aquel
concesionario de coches usados, acomplejado entre un BMW y un Audi 5. Estaba
asustado porque, con semejante competencia, se imaginaba ya enviado al desguace
por aquel vendedor materialista que nunca lo miró con buenos ojos.
Pero llegó justo lo que él necesitaba:
un joven de cartera flaca y sin prejuicios estéticos, un nuevo dueño, un nuevo
amo, un nuevo compañero, un amigo. Y yo creo que incluso se movió ligeramente
para enseñar su brillante morro amarillo, aplastador de insectos, cortador de
viento… casi escuché un “¡Aquí!”.
Ahora que le ha llegado la hora del
retiro, después de haberme servido con una fidelidad inquebrantable, de no
haberme dejado tirado jamás, de haber cargado con lo posible y lo imposible de
una a otra punta de mi mundo, no pienso dejarlo ir a ningún sitio donde lo
despedacen y vendan sus trozos.
No, compañero. Tú te quedarás aquí, en
mi jardín, como cofre de recuerdos; después serás cabaña de esos niños a los
que, con el motor en la garganta, llevaste volando al hospital para que
nacieran; y al final, cuando ya estés asqueado del mundo y no lo quieras ver
más, dejaré que seas encofrado para un edificio de hiedra que me recordará que
fuiste no sólo mi coche, sino también mi mascota, mi compañero, mi amigo.
2 comentarios:
Buenísimo. Eso tendría que haber hecho con mi Caliber pero poderoso caballero es don dinero
La furgo, Rafa, ése es tu vehículo con alma, el que de verdad se merece una oda... ;)
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