Para enfermos de aburrimiento alérgicos a la pasta de celulosa, para exiliados de bibliotecas con tiempo pero sin estantes, para marineros de la red con tendencia a hacer parada y fonda en tabernas de relatos, para viajeros de sillón y amantes de la aventura estática, para todos ellos y para ti mismo se abre esta consulta literaria, la del doctor Perring, enhebrador de palabras, zurcidor de conceptos y trazador de historias.


Tratamiento único y definitivo: tú pones los segundos, el que suscribe pone las letras...

viernes, noviembre 09, 2018

Mariano, asesino en serie novato - Día 4



Cuarta entrega de "Mariano, asesino en serie novato", en la que nuestro protagonista nos relata por qué odia tanto a su perfil de víctima, cómo le han hecho sufrir...


Día 4


Si él ve a Catherine como a una persona en vez de como a un objeto, le será más difícil hacerle daño, decía mi maestro y mentor, Aníbal, en otro memorable pasaje de mi BCP. Tengo que tener cuidado con esto, no debo encariñarme con mis víctimas de ninguna manera. Pero creo que será fácil, para eso he elegido como objeto de mi instinto homicida a lo que más odio, esas ancianas malvadas que tanto se han aprovechado de mí a lo largo de la vida. 



Aún recuerdo la época en la que doña Julia coincidía todos los días conmigo en su llegada de la compra y me hacía cargarle las bolsas hasta ese cuarto sin ascensor en el que vivía. Aquello a veces se alargaba por más de media hora porque la maldita señora se paraba a charlar con todos los vecinos, provocando que alguna vez estuviera a punto de perder dedos por falta de riego sanguíneo. Todo esto duró hasta que le escuché comentar con otra vecina que esperaba en el portal al tonto del segundo para que le subiera las bolsas. Después pasaron semanas esquivándola, acercándome al edificio a escondidas por si la descubría en el portal, esperándome con la vista atenta a todo lo que se moviera por los alrededores, haciendo que llegara tarde a comer un día sí y otro también y fuera severamente reprendido por ello.




Sí, doña Julia sería idónea como primera víctima de mi carrera, una lástima que muriera hace tiempo (un síncope se la llevo un caluroso día de agosto que cargó demasiado las bolsas y no dio con nadie a quien endilgarle la subida). Pero quizá sea mejor así porque, ahora que lo pienso, me parece demasiado audaz para mi bautismo de fuego matar a una persona que vive a sólo dos plantas de distancia. No, tienen que ser extrañas, gente con quien no me puedan relacionar: sin conocimiento previo, sin motivos aparentes, sin pistas más allá del macabro juego mental al que someteré a mis investigadores, el crimen perfecto…


Tendré que buscarlas, pero sé dónde, cuál es su hábitat natural cuando no están en sus casas: supermercados, panaderías, tiendas de ultramarinos y peluquerías. Buscaré colas en las que pararme a esperar para que sean ellas mismas las que se descubran con esa enfermiza manía de ser atendidas antes que los demás, aunque luego se entretengan pegando la hebra con cualquier conocida con la que se crucen; me acercaré a ellas cuando vayan cargadas, a ver si alguna quiere gorronear el porte; escucharé sus chismorreos, sus malvadas críticas a los hijos de los vecinos… dejaré que sean ellas quienes firmen su propia sentencia de muerte…


Siento cómo nace en mí la oscuridad, siento el poder, pero no se preocupen, estremecidos lectores, no pienso ir a visitarlos, el mundo es más interesante con ustedes dentro.

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