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En
la guerra y en el amor todo vale…
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Aquel día Mami me despertó temprano, a
pesar de que no había cole. Me llevó al baño, me duchó, me echó colonia, me
vistió y me puso muy guapo. Yo no entendía bien qué pasaba, porque los sábados
siempre me dejaba dormir hasta la hora de mis dibus favoritos. Ya en la cocina,
mientras me ponía el desayuno, le pregunté:
—Mami, ¿vamos a ir a algún sitio?
—Cariño, hoy va a venir alguien a
darte un paseo —me respondió sin volverse para mirarme a la cara.
—¿Quién?
—¿Te acuerdas cuando fuimos a ver al
señor juez, Mario? ¿Te acuerdas de aquel hombre que quería hablar contigo? —aún
seguía sin mirarme.
Yo me asusté mucho con aquello. Recordaba
cuando fuimos al juez: había allí varias personas, entre ellas un señor que me
sonreía todo el tiempo y que parecía querer hablar conmigo. Aquel hombre decía
ser mi padre y quería tener “días suyos” o algo así. También recordaba que,
después, Mami me contó muchas cosas de él: por lo visto era un hombre malo, un
hombre muy malo al que le gustaba hacer daño a la gente. A nosotros ya nos
había hecho mucho daño, pero en una época en la que yo era muy pequeño y por
eso no me acordaba de nada. Él ahora vivía con una mujer mala que se metía en
las casas de las familias para que los papás y las mamás se pelearan, y hacía
sufrir a los niños como yo. El hombre malo quería separarme de Mami para
llevarme con él y con la mujer mala. Y ahora venía a por mí.
—Mami, yo no quiero ir con el hombre
malo —le dije, y empecé a llorar.
—Eso se lo dices a él —me respondió
como si me riñera.
—Pero Mami…
—Espera a que llegue, que ya no debe
tardar mucho, y se lo dices tú mismo —me dijo, un poco menos enfadada.
Me quedé sentado en la mesa, llorando.
Pensaba en el hombre y la mujer mala llevándome por ahí para hacerme sufrir y
no dejarme ver más a Mami. También me hacía sentir mal el que Mami estuviera
enfadada conmigo, porque yo no había hecho nada malo. Mami se paseaba nerviosa por la
cocina, con cara de reñir y mirando el reloj de la pared cada poco rato.
—Espero que el asqueroso haga por lo menos
una cosa bien y llegue a su hora −dijo una de las veces.
Más tarde llamaron al porterillo, lo
que hizo que una especie de frío me subiera desde la barriga y me hiciera
llorar más fuerte. Mami se acercó rápidamente al telefonillo y lo descolgó:
—¿Quién es? —dijo enfadada—… Espero
que vengas solo, porque si veo a la zorra esa la tiro escaleras abajo… Sube. —Y
le dio al botón de abrir—. Ya viene… tu padre −dijo mirando hacia mí como si yo
hubiera hecho algo malo. Yo salí corriendo y me abracé a la pierna de Mami.
—¡Mami, por favor, no dejes que el
hombre malo me lleve!
—Tranquilo, mi niño, que si tú no
quieres ir con él te juro que te quedarás aquí −me dijo, esta vez sin reñirme.
Un rato después sonó el timbre, y Mami,
que me había puesto de pie cerca de la puerta, se fue a abrirla. Allí apareció
el hombre malo con la misma cara sonriente que el día que fuimos a ver al señor
juez y una caja grande, envuelta en un papel muy bonito y con una cinta roja.
—Hola Mario —me dijo—, soy tu papá.
Mira qué regalo más bonito te traigo. —Yo me quedé quieto, llorando, sin
atreverme a decir o hacer nada—. ¿Qué te pasa Mario? ¿Por qué estás triste?
Mira, ¿no quieres abrir el regalo? —dijo ofreciéndome la caja.
—¡No lo quiero! —le grité—. ¡Y tampoco
quiero irme contigo! —La sonrisa desapareció de la cara del hombre malo, que
empezó a mirarme como si le doliera la tripa.
—Qué esperabas, desgraciado —dijo Mami—.
¿Acaso te crees que puedes abandonarnos por una furcia y venir aquí como si tal
cosa a llevarte al niño? El niño no quiere ir contigo, le das miedo… y asco.
—Sandra, por favor, no nos hagas esto.
—¿No nos hagas? ¿Acaso me estás
diciendo que estoy haciéndole algo malo al niño? Tú, que nos abandonaste para
irte con la pu… Mira, no me hagas hablar. —El hombre malo se puso en cuclillas
y soltó la caja en el suelo.
—Mario, ¿qué te pasa? ¿Me tienes
miedo? Yo no voy a hacerte nada malo, sólo voy a llevarte a dar un paseo, comer
por ahí… Si quieres te llevo a montarte en unos cacharritos que hay en un sitio
que yo conozco.
—Mira qué bonito —dijo Mami burlándose
de él—: lo va a llevar a montarse en las atracciones del parque. Lo que
deberías haber hecho es quedarte a cuidar de su madre y de él, y no irte con la
guarra esa a fo…
—¡Sandra, por favor!
—Asúmelo, el niño no quiere irse
contigo, está así desde que te vio el día de la sentencia. Tu hijo te teme y te
odia.
—¡Te odio! —le grité al hombre malo.
Algo muy raro pasó en ese momento: no
lo podía creer, el hombre malo empezó a llorar; flojito, pero vi como las
lágrimas caían. Entonces dejó de mirarme, se levantó y se puso delante de Mami.
—Esto que estás haciendo es repugnante
—le dijo a Mami.
—Lo que tú nos hiciste con esa puta sí
que es repugnante.
—Hoy me voy a ir, pero no te creas que
esto se va a quedar así. Haré todo lo necesario para que no me impidas ver a mi
hijo, y sabes que, por las malas, te puedo quitar al niño.
—¿Sí? Pues yo te juro que jamás te
llevarás niño, por las buenas… o por las malas.
—¡Estás loca!
—¡Vete de aquí, hijo de puta! Y
quítate esas lágrimas de cocodrilo de la cara, que aquí no le importan a nadie.
El hombre malo dio media vuelta y se
fue, muy triste. Yo, sin embargo, me quedé muy contento porque ya no tendría
que ir con él y la mujer mala, y me podía quedar con Mami y ver mis dibus.
—Llévate tu regalo —dijo Mami dándole
un fuerte patadón a la caja—, que ya le compro yo todos los regalos que
necesita. —El hombre malo no volvió para recoger su caja.
Ya ha pasado mucho tiempo desde aquel
día, y el hombre malo ha vuelto varias veces para llevarme con él, pero Mami
siempre le dice que yo no quiero que me lleven y le echa de casa. Mami me ha
dicho que nunca tendré que irme con el hombre malo si no quiero, por mucho que
diga el señor juez. Dice que ella lo impedirá sea como sea.
Mi mamá es muy buena conmigo, y por
eso yo la quiero tanto.
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